1/7/07

El caso Maiakovski

En una reunión de escritores bolcheviques, Kolvasieff me había dicho, en Leningrado:

No es Maiakovski, como se cree en el extranjero, el más grande poeta soviético, ni mucho menos. Maiakovski no pasa de un histrión de la hipérbole. Antes que él están Pasternak, Biedny, Sayanof y muchos otros...

Yo conocí la labor de Maiakovski, y mi opinión concordaba absolutamente con la de Kolvasieff. Y cuando, unos días después, hablé en Moscú con el autor de "150'000.000" la conversación que tuve con él confirmó para siempre la sentencia de Kolvasieff. No es, en realidad, Maiakovski el mejor poeta del soviet. Es solamente el más difundido. Si se leyese más a Pasternak, a Kaziin, Gastev, Sayanof, Viesimiensky, el nombre de Maiakovski perdería muchas ondas sonoras en el mundo.

Pero ¿por qué había de ser mi conversación con Maiakovski la clave definitiva de su obra? ¿Hasta qué punto puede una conversación definir el espíritu y, más aún, el valor estético de un artista? La respuesta, en este caso, depende del método de pensamiento crítico. Si partimos del método superrealista, freudiano, bergsoniano o de cualquier otro reaccionario, no podemos, basarnos en un simple diálogo con un artista para fijar la trascendencia de su obra. Según estos diversos métodos espiritualistas, el artista es un instinto, o, para expresarnos en léxico más ortodoxo, un intuitivo. Su obra, le sale natural, inconsciente, subconscientemente. Si se le pregunta lo que él opina del arte y de su arte, responderá, seguramente, banalidades y muchas veces, todo lo contrario de lo que hace y practica. Un genio, según esto, se desmiente, se contradice o pierde casi siempre en sus conversaciones. Atenerse a éstas, como fundamento crítico, resulta, por eso, falso, absurdo. Mas no sucede lo propio si partimos del método del materialismo histórico, caro precisamente a Maiakovski y a sus amigos comunistas. Marx no concibe la vida sino como una vasta experiencia científica, en la que nada es inconsciente ni ciego, sino reflexivo, consciente, técnico. El artista, según Marx, para que su obra repercuta dialécticamente en la historia, debe proceder con rigurosos método científico y en pleno conocimiento de sus medios. De aquí que no hay exegeta mejor de la obra de un poeta como el poeta mismo. Lo que él piensa y dice de su obra, es o debe ser más certero que cualquiera opinión extraña. Maiakovski, en las declaraciones que me hiciera, designó, pues, mejor que ningún crítico el sentido y monto verdaderos de su obra.

Maiakovski me hablaba con un acento visiblemente penoso y amargo. Contrariamente a lo que dicen de él todos sus críticos, Maiakovski sufría, en el fondo, una crisis moral aguda. La revolución le había llegado a mitad de su juventud, cuando las formas de espíritu estaban ya cuajadas y hasta consolidadas. El esfuerzo para voltearse de golpe y como un guante a la nueva vida, le quebró el espinazo y le hizo perder el centro de gravedad, convirtiéndole en un "désaxée", como a Essenin y a Sobol. Tal ha sido el destino de esta generación. Ella ha sufrido en plena aorta individual las consecuencias psíquicas de le revolución social. Situada entre la generación de Maiakovski, Essenin y Sobol se ha visto literalmente crucificada. Dentro de esta misma generación, el calvario ha sido mayor para quienes fueron tomados sorpresivamente por la revolución, para los desheredados de toda tradición o iniciación revolucionaria. La tragedia de transmutación psicológica personal ha sido entonces brutal, y de ella han logrado escapar solamente los indiferentes con máscara revolucionaria, los insensibles con "pose" bolchevique. Cuanto más sensible y cordial fuera el individuo para permearse en los acontecimientos sociales, más hondos han tenido que ser los transtornos de su ser personal, derivados de la convulsión política, y más exacerbado el "pathos" de su íntima e individual revisión de la historia. El juicio final ha sido entonces terrible, y el suicidio, material o moral, resultaba fatal, inevitable, como única solución de la tragedia. Al contrario, para los otros, para los insensibles, indiferentes "bolcheviques", fácil ha sido y nada arriesgado dar gritos "revolucionarios", ya que respecto de ellos la revolución se quedaba fuera, como fenómeno o espectáculo de Estado, y no llegaba a hacerse revolución personal, íntima, psicológica. No había entonces dificultad ni peligro en asociarse a la corriente de los otros. Esto ha hecho y hace la mayoría de los escritores de Rusia y otros países. ¿Qué escritores vayan hasta hacerse matar por la sagrada causa? ¿Y bien?... Ello no prueba nada. Muchos han sido los que se han hech matar más barato en la historia.

En el caso Maiakovski hay que distinguir, desde luego, dos aspectos: su vida y su obra. Después de su suicidio, la primera ha quedado redondeada como una de las expresiones individuales más grandes y puras del hecho colectivo. Sin duda, que el suicidio no ha sido más que el milésimo trance de una larga vía crucis moral del escritor, "déraciné" de la historia y poderosa voluntad de comprender y vivir plenamente las poderosas relaciones sociales. Esta lucha interior entre el pasado, que resiste, aún perdido todo punto de apoyo en el medio, y el presente, que exige una adaptación auténtica y fulminante, fue en Maiakovski larga, encarnizada, tremenda. En el fondo supervivía tenaz e irreductible la sensibilidad pequeña-burguesa, con el juego de todos sus valores fundamentales de vida, y solamente afuera bregaba el afán voluntarioso y viril de ahogar el ser profundo de la historia pasada, para reemplazarlo por el ser, igualmente profundo, de la historia nueva. El injerto de ésta sobre aquél fue imposible. En vano cambió, al día siguiente de la revolución, su chaleco futurista por la blusa del poeta bolchevique. En vano anduvo desde entonces declamando sus versículos soviéticos por calles y plazas, en las fábricas, en los campos, en las "izbas", en los sindicatos, en los cuarteles del ejército rojo... En vano buscó en las multitudes la sugestión necesaria para sovietizar su ánima, íntimamente "désaxée". Gigantesco de cuerpo, fuerte, con un acento robusto y acerado, re altavoz, recitaba: "Oh mi país!" Tú eres un bello adolescente. ¡Oh mi joven República! Tú te yergues y encabritas como una joven potranca. Nuestros impulsos van derechos al porvenir. Y a vosotras, patrias viejas, os vamos a dejar a cien kilómetros atrás. Salud a ti, ¡Oh mi país! que eres la juventud del mundo... "En vano, todo....En vano... La verdadera interior del poeta aherrojada en fórmulas postizas de un leninismo externo e inorgánico, seguía sufriendo silenciosamente y sintiendo todo lo contrario de lo que decían sus versos. Mientras Maiakovski continuaba confundiéndose en literatura con esa farándula de artista "revolucionarios", que aparentan serlo con la misma facilidad con que aparentarían ser valientes, mayores de edad o nocharniegos, la vida interior del poeta, en abierto desacuerdo con un arte que no la traducía, seguía pugnándose subterráneamente y debatiéndose en la agonía. Fue la ruptura trágica y desgarrada de todo sincronismo entre la obra y la vida del autor. Y ni poeta revolucionario ni poeta reaccionario salió de él. Su lucha interior neutralizó su sensibilidad y se expresión artística, totalmente. Maiakovski fue un mero literato, un simple versificador, un retórico hueco.

-Guerra a la metafísica- me decía en Moscú- Guerra al subconsciente y a la teoría según la cual el poeta canta como canta un pájaro...Guerra a la poesía apolítica, a la gramática, a la metáfora...El arte debe ser controlado por la razón... Debe siempre servir la propaganda política, y trabajar siempre con ideas preconcebidas y claras, y hasta debe desarrollarse en tesis como una teoría algebraica. La expresión debe ser directa, a boca de jarro...

¿Su poesía respondía a los enunciados? Evidentemente, sí. Sólo que la teoría de Maiakovski, sirvió para hacer de él un fabricante de versos "sur commande", fríos y muertos.

Las declaraciones de Maiakovski expresan la verdad sobre su obra en el sentido en que confirman el hecho de que ella responde a un arte basado en fórmulas y no en la sinceridad afectiva y personal.

Al sujetarse a un programa artístico, sacado del materialismo histórico, Maiakovski hizo tan sólo versos desprovistos de calor entrañable y sentido, suscitados por tracción exterior y mecánica, por calefacción artificial.

Maiakovski fue un espíritu representativo de su medio y de su época, pero no fue un poeta. Su vida fue, asimismo, grande por lo trágica, pero su arte fue declamatorio y nulo, por haber traicionado los trances auténticos y verdaderos de su vida.

6 comentarios :

josealmaluz dijo...

este ensayo de vallejo me hizo entender mucho del compromiso que uno deve tener con lo que percibe siente y escribe. Pero sobre todo que es algo indisoluble,pues por mas artilugios tecnicos que se hagan tu forma de escribir siempre reflejara lo que tu sientes realmente de las cosas.Por que el contenido de una obra de arte siempre esta en su forma.

Paloma dijo...

si fuera cierto algo de lo que dice el artículo, todos los bolcheviques habrían escrito versos. nadie está excento de su ideología, pero no tiene sentido evaluar a un artista en los términos que plantea la ideología en la que está inmerso como si se tratara de juzgar si cumple o no con las reglas del juego que él cree correctas. en el arte nada se trata de correcto, ni de fidelidad, ni de coherencia entre una conciencia moral y una artística. el asunto pasa por conmover, por abrir puertas perceptivas de quien se siente en frente de una poesía. ojalá se hubiera preguntado, antes de pensar en freud, en marx, etc, qué le pasó a usted leyendo sus textos alguna vez. si se emocionó o no.

Anónimo dijo...

¿"Deve"? ...
¿"Excento"?...

Dios mío...

gonzalo dijo...

paloma, coincido con vos plenamente. por mi parte, me sorprende la ingenuidad, cuando no manipulación deliberada, de esta consideración de maiakovski, como podría serlo de cualquier otro artista.

oscar dijo...

Deseo saber en que obra escribe esto vallejo... aunque por lògica debe ser Rusia en 1931, si me equivoco corregirme.

Anónimo dijo...

Muy bien Vallejo, quizá tengas razón, pero en fuerza poética eres un suspirito de iglesia al lado de Maiakovski.